Olas que se mueven en las gradas, banderas, porras, sol abrasador, gritos que ofrecen “chelas”, público que se desborda cuando el balón pega al poste, insultos a los contrarios, rechiflas, trompetas, matracas que suenan, arquero al despeje y todo termina en un: ¡Ehh…PUTO! el cual te pedimos ¡Ehhhh…No lo grites!
Es el pan de cada día.
La escena típica de cada partido de fútbol, sin importar si juega la selección nacional contra Estados Unidos o si se trata de una “cascarita” en el llanero. El deporte por antonomasia en México es una tesis y antítesis del género y la fuerza. Bajo estas normas implícitas, el fútbol se ha convertido en el deporte más popular entre el público mexicano.
Recientemente se ha desatado el nudo de la controversia,
luego de que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) decidiera sancionar el rugido popular que la afición realiza cada vez que un portero despeja el balón hacia el campo de juego. Hombres y mujeres asistentes a los partidos justifican que el grito no fomenta ningún tipo de violencia en contra de la población de LGBTI. Aseguran que la norma es risible, puesto que la palabra forma parte del argot popular que no necesariamente subordina, ofende o ridiculiza.
Para muestra,
un usuario en Facebook argumenta lo siguiente en respuesta a un post de la página oficial de la FIFA: “Ser puto es inevitable. Va más allá de la FIFA. Le llamamos puto por cariño a nuestro mejor amigo. Le decimos puto por coraje al que pretende robarnos a una mujer. Nos burlamos del puto al que le da miedo. Nos reímos confesando que nos vimos muy putos cuando no nos atrevimos a hacer algo. Puto el que nos gana. En México todos somos putos, aunque sea en una de sus acepciones”.
Bajo esta lógica,
podríamos añadir también que puto es la última palabra que escuchan cientos de hombres homosexuales y mujeres transexuales antes de morir, luego de que su victimario los terminara de torturar y vejar por el simple hecho de su orientación sexual o identidad de género. Le gritan puto en la calle a una persona que “no parece hombre o mujer”. Señalan como puto a todo hombre que se besa o abraza a su novio en vía pública. Le llamamos puto a una mujer transexual, por la ignorancia y la desigualdad. Calificamos como puto al que parece maricón, al que es menos hombre que los hombres. Entonces, el más viril es quien gana los partidos. Quien es goleado es inferior y ostenta el título de eslabón débil. El macho contra el puto, el que no vale absolutamente nada.
La tarea de combatir esta normalización de la violencia no es fácil. Es necesario pelear contra el prejuicio dominante de la heteronormatividad, el lenguaje aprendido desde nuestra infancia y la cultura misógina de la superioridad.
Debemos dejar de creer que dentro de nuestros equipos favorito no existen gays, lesbianas, bisexuales o trans, no hay que ser ilusos; juegan todos los días
¿Por qué no imaginar a un Messi, Ronaldo, Maradona, Pelé, Rafa Márquez, Javier Hernández, Iker Casillas, Memo Ochoa o un Neymar que reciban el “balón de oro” y se lo dediquen a sus enamorados?
Sería genial ¿Están de acuerdo?
¿Por qué no transmitir el Mundial de Fútbol Gay en televisión abierta y coleccionar un álbum de estampas con sus nombres?
Otro cuestionamiento…
¿Por qué un jugador gay no puede ser el héroe de los niños o una lesbiana puede ser ejemplo para las mujeres?
¿Por qué una mujer transexual no puede participar en la selección femenil?
¿Si su equipo favorito crea una porra gay como el Chelsea lo dejaría de seguir?
Dejemos de ver este entretenimiento como juego de hombres y empecemos a verlo como encuentro entre seres humanos.
Si te mueve la pasión por la camiseta recuerda el siguiente argumento de la FIFA: “Nuestra misión consiste en desarrollar el fútbol en todas partes y para todos, emocionar al mundo a través de sus inspiradoras competiciones y edificar un futuro mejor”.
No te dejes llevar por la ola del “Ehh…PUTO” y sácale una tarjeta roja a la homofobia.
Fuera del Clóset
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