Por Georgina González (@ginxglez)
En Desastre MX estamos en busca de historias no contadas, de relatos y voces de México y sus pueblos; buscamos retratar la diversidad de expresiones de todos los Méxicos que somos y habitamos. Michoacán LGBT es una serie de reportajes que radiografían la violencia y discriminación en contra de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, transexuales e intersexuales en ese estado, pero también sus experiencias de vida y las luchas ganadas por el reconocimiento pleno de sus derechos.
Michoacán es uno de los estados del país con más legislaciones que garantizan los derechos de las poblaciones LGBT. Gracias a la articulación y organización de activistas por los derechos humanos, hoy ese marco legal es una realidad en el estado, sin embargo, la exclusión y el rechazo a lo diferente persisten. El desinterés de las instituciones, el poder que ejerce la iglesia sobre las comunidades y el conservadurismo de las familias coadyuvan para que, a pesar de la ley, se violente de distintas formas a lesbianas, gays, bisexuales y personas trans.
Lesbianas por la visibilidad
“El simple hecho de ser mujer ya trae consigo una violencia en sí. Si a eso le aumentas ser lesbiana entonces estás expuesta totalmente a cualquier tipo de ataque”, dice Adriana Peña Rojas de 25 años, lesbiana y activista del colectivo Michoacán es Diversidad.
Adriana nació en Zacapu, un municipio al norte del estado de Michoacán donde la sociedad aún es bastante conservadora. Desde muy pequeña tuvo que hacerse cargo del cuidado de sus hermanos, ya que sus padres pasaban la mayoría del tiempo trabajando, además éstos fueron pastores del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), una agrupación de familias católicas que proveen valores familiares mediante la evangelización.
El MFC ha participado en eventos organizados por el Frente Nacional por la Familia (FNF), quienes abogan por “la familia natural” y rechazan el matrimonio igualitario, la educación sexual en las escuelas y a las familias diversas.
“Vivir en medio de ese ambiente en donde mis padres buscaron conservar a la familia unida bajo los valores del catolicismo fue difícil, pues no podía expresar mi orientación sexual pero tampoco podía ocultar lo que sentía”.
Su madre le prohibió practicar fútbol y cualquier otro deporte de contacto, trató de evitarlo pues existe el pensamiento de que “si te gusta el fútbol, entonces eres machorra, y si eres machorra entonces te gustan las mujeres”.
Finalmente, su familia tuvo que resignarse. Adriana no iba a cambiar algo que sentía desde muy pequeña. A pesar del miedo, llegó el momento de “destaparse”, cuando tenía 16 años, sin embargo, vivía su orientación sexual de forma limitada.
Para cuando entró a la universidad, Adriana se sentía más segura de sí misma, se aceptó por completo.
“Adriana es así. Simplemente así eres y no tienes por qué cambiarlo”, se dijo a sí misma en ese entonces.
Resistencia a ser visibles
En 1975 se realizó en México la primera Conferencia de la Mujer, y fue ahí donde, según Claudia Hinojosa, activista lesbiana y cofundadora del Grupo Lambda de Liberación Homosexual, la palabra lesbiana fue nombrada en un discurso público por primera vez; se discutieron la discriminación, la invisibilidad y la importancia de hacerse escuchar.
Así, las lesbianas de la mano del feminismo comenzaron a ganar espacios y abonaron a mirar desde el feminismo otras posibilidades no heterosexuales de relacionarse. Durante los siguientes años las lesbianas comenzaron a ampliar su espectro de acción desde la participación política.
Adriana Peña estudió Derecho en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y fue en el último año de licenciatura cuando comenzó a trabajar para lograr un espacio dentro de la política.
Emprendió su carrera en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde mantuvo diferentes nombramientos como secretaria de Cultura y Deporte, y secretaria de Diversidad Sexual dentro de la red de jóvenes Expresión Juvenil Revolucionaria.
Como parte de la cabecera juvenil de Diversidad Sexual, Adriana proponía organizar un día para que las personas LGBT practicaran deportes y otro tipo de eventos en beneficio de esa población, pero hubo obstáculos para que éstos se llevaran a cabo.
“Es que no hay presupuesto”,“¿cómo vas a vincular este evento en nombre del partido?” y “hacemos tu evento, pero no le vamos a poner ese nombre” fueron algunos de los comentarios que recibió la mujer cuando propuso realizar algún evento dirigido a la población de la diversidad en Michoacán.
“Comenzaron los problemas. Empecé a darme cuenta de que hay una resistencia a que seamos visibles. Al grado de que cuando me ofrecieron otro puesto de trabajo me condicionaron a cambiar mi forma de vestir. En ese momento salí del PRI”, recuerda Adriana.
Imagen: Primera Plana Noticias.
Las luchas y logros por parte de activistas lesbianas en décadas pasadas abonaron al pensamiento crítico de las nuevas generaciones frente a la desigualdad existente por motivos de una orientación sexual no normativa, sin embargo, pese a que existen leyes que favorecen a la población LGBT en su conjunto, en la actualidad las mujeres lesbianas son de las poblaciones más discriminadas en nuestro país.
Violencia y discriminación
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su informe Violencia contra Personas LGBT en América, indica que las mujeres lesbianas corren especial riesgo de violencia como resultado de la misoginia y la inequidad de género en la sociedad, además, el texto señala que esos actos de violencia generalmente son cometidos por familiares o personas relativamente cercanas a las víctimas y que no son denunciados porque suceden en privado o las lesbianas son un grupo ausente en las legislaciones y políticas de los Estados.
La violencia dirigida contra mujeres lesbianas, bisexuales y trans o aquellas que desafían las normas tradicionales de género, tienen como objetivo “castigar” y “corregir” su orientación sexual, identidad y expresión de género.
El reporte indica que las “violaciones correctivas” son el delito con mayor manifestación de prejuicio contra las mujeres lesbianas o bisexuales. Por si fuera poco, hay evidencias de que mujeres lesbianas han sido sujetas a golpizas colectivas y detenciones arbitrarias luego de haber demostrado sus afectos en público. Incluso, las mujeres son sometidas de manera forzada a terapias religiosas o psicológicas y privadas de su libertad con el objetivo de “modificar” o “curar” su orientación sexual.
En Michoacán no existen registros certeros de actos de violencia contra mujeres lesbianas, pues el Estado mexicano no cuenta con sistemas que inspeccionen y vigilen la violencia contra ellas, así como tampoco existen mecanismos de denuncia específicos para garantizar la protección de lesbianas y mujeres bisexuales.
El informe que elabora la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia está basado en registros de notas periodísticas que han reportado asesinatos de personas LGBT, en las cuales muchas veces la orientación sexual de la víctima se desestima, pero se intenta justificar el hecho como un crimen pasional.
Gloria Careaga Pérez, psicóloga y activista LGBT, considera que hay dos tipos principales de violencia que experimentan las lesbianas en México.
El primero consiste en que las mujeres lesbianas representan “un rival” sobre todo para hombres heterosexuales, en una idea de “qué tan hombre eres” y bajo esta idea mostrar desprecio.
“En Morelia uno se siente vigilada, observada. No siento que podamos tomarnos de la mano o besarnos con libertad; en las pocas ocasiones que lo hemos hecho nos han dicho cosas, sobre todo hombres. La última vez fue un sujeto en auto, nos gritó, pero lo único que alcancé a escuchar fue la palabra clítoris”, comentó Adriana Peña, lesbiana y activista.
El segundo tiene que ver con una demanda de la sociedad conservadora para que las mujeres cumplan una imagen fija de “ser mujer”: ser heterosexual, el deber ser madre, una expresión de género femenina, etcétera.
“Cuando salí del clóset fue muy difícil hacerlo con mi mamá. Me llegó a decir que estaba loca y que quería internarme que porque necesitaba terapia. Criticó mi forma de vestir… usaba camisas de franela a cuadros, el estereotipo de lesbiana, pero eso a mí me gustaba usar. En reuniones familiares no quería que fuera vestida así y cada vez me decía: si te ven tus tíos ¿qué van a decir?; que eres una machorra. Yo le decía: pues sí, lo soy”.
Es el testimonio de Fátima Ferreira, una joven lesbiana de 21 años, quien relata que su madre llegó a negarla y que sigue sin aceptarlo, pues “sólo está resignada”.
Careaga Pérez cree necesaria la creación de un Observatorio de Violencia contra Lesbianas para que en cada estado del país se documenten y registren datos de casos de lesbocidios (asesinato de una mujer por ser lesbiana).
Este panorama de total invisibilidad hacia las lesbianas por parte de las instituciones, de la sociedad y las propias familias abona a que existan y prevalezcan diferentes formas de violencia y de exclusión en los servicios de salud, así como en el acceso al trabajo y a la educación.
Activismo
Cuando Adriana abandonó el PRI, luego de la discriminación y trabas que ponían al trabajo que estaba haciendo en favor de la población LGBT, conoció a Raúl Martínez, activista y coordinador del Colectivo Michoacán es Diversidad, una asociación que agrupa a otras organizaciones que defienden los derechos humanos de la población LGBT en el estado.
Adriana lleva cuatro años siendo parte de Michoacán es Diversidad, durante ese tiempo ha promovido y coordinado actividades y programas en beneficio de la población lésbica no sólo de Morelia, sino de otros municipios del estado, sin embargo, la respuesta por parte de las mujeres lesbianas ha sido muy poca.
“El primer año que fui parte del Colectivo organicé e impartí un taller sobre sexo seguro entre mujeres. La respuesta fue muy baja, fueron sólo 10 chavas para un programa que se tenía pensado para muchas más”.
A pesar de que Morelia es la capital del estado de Michoacán, esta ciudad sigue siendo bastante conservadora, la iglesia y sus discursos de odio promueven una sola forma de relacionarse, una sola forma de familia, una sola forma de sexualidad. Añadir a ello la desigualdad de género y la inseguridad no abona a que las lesbianas michoacanas se hagan visibles.
“No existe el activismo lésbico en Michoacán, se ha apagado mucho porque no hay participación por parte de las chicas. Detecto un problema interno muy grande que tiene que ver con no querer inmiscuirse en ello por temas de seguridad en el estado y por cuestiones personales que tienen que ver con la familia”.
Pese a esas limitaciones, Adriana logró en su segundo año de activismo realizar el taller de sexo seguro entre mujeres con total éxito, en el que convivieron mujeres lesbianas adultas y jóvenes.
Adriana y Fátima.
Retos para lograr ser visibles
En Michoacán, como en otros estados del país, no existen mecanismos jurídicos pensados para la población lésbica. A pesar de las leyes que benefician a las personas LGBT, no existen políticas públicas dirigidas a ellas, no hay campañas de salud para lesbianas o contra la lesbofobia.
“Pienso que las autoridades deben crear conciencia de que sus actos discriminatorios lastiman, creo que debe penalizarse, no sólo a funcionarios sino también a líderes religiosos. Es un problema muy enraizado y creo que desde la educación debemos trabajar en crear programas integrales de educación sexual. A veces me dan ganas de hablar con las familias de las chicas y decir que por favor entiendan que las mujeres lesbianas somos esto y no esto, que no estamos enfermas, que no necesitamos profesionales, pastores o curas para que nos cambien. Es algo que no eliges, sino algo con lo que naciste y no está mal”, comenta Adriana.
Y concluye:
“Siempre he asumido la palabra lesbiana como mi propio nombre. Y más bien noto en muchas lesbianas que es difícil decirlo, es más fácil ser nombradas como marimacho o machorra. Lesbiana es como una palabra impronunciable. Es como un tabú. ¿Por qué está bien decir gay y no lesbiana? Ser lesbiana es amor y felicidad. Necesitamos ser visibles para exigir nuestros derechos, nuestro espacio, nuestro bienestar”.
Georgina González (Ciudad de México, 1991) es periodista y está interesadx en escuchar, escribir y mirar historias sobre las infinitas posibilidades de habitar el género y la identidad con perspectiva de derechos humanos, así como la resistencia de los movimientos sociales. También es fanzinerx. Comparte y colecciona zines de temática cuir. Estudió Comunicación en la UNAM.
Fuente: Desastre MX