En México, como hombres y mujeres gays, lesbianas o trans, no podemos casarnos con quien amamos, no podemos adoptar, no podemos acceder a servicios de salud integrales y fuentes seguras de trabajo, entre muchas otras limitantes. Por lo tanto, en México no somos iguales las personas LGBT ante la ley, ya que no gozamos de los mismos derechos.
Un mes ha pasado desde que arrancó el periodo de campañas electorales. Durante este tiempo hemos escuchando a los candidatos y candidata realizar sus propuestas para determinar la agenda pública que tomará el rumbo del país durante los próximos seis años.
Quienes aspiran a la presidencia de la República han fijado una postura escasa frente a los problemas que atraviesan quienes poseen una identidad de género y orientación sexual diferente. Difícil ha sido tener respuestas concisas sobre el tema, por parte de estas figuras públicas, no obstante, ninguna parece favorecer las necesidades de la diversidad sexual. Ricardo Anaya, candidato a la presidencia por la coalición “México al Frente, por ejemplo, en enero pasado en Toluca, al increparle personas pertenecientes a la población LGBT sobre temas pendientes como el matrimonio igualitario y la tipificación de crímenes odio por homofobia, se limitó a responder con palabras al aire y vueltas de página, asegurando que en el futuro habría una propuesta clara al respecto. Hoy la seguimos esperando.
Fuera del Clóset@FDCRadio
Cuestionamos al precandidato a la presidencia de la República «Por México, al Frente», Ricardo Anaya, respecto a su posicionamiento sobre la agenda #LGBTI, ayer durante un acto de precampaña en Toluca.
Por otra parte, Margarita Zavala, candidata independiente, es quien ha fijado su postura, aunque lo ha hecho en contra de los derechos de las personas LGBT, al reiterar en múltiples ocasiones estar a favor de la familia convencional y descartando la adopción entre personas del mismo sexo, incluso ha dicho que gays y lesbianas se pueden casar, siempre y cuando no se llame matrimonio. Eso sí, jura y perjura con rosario en mano que no es homofóbica ni discrimina a nadie.
De lado del cinismo, aparece Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, quien ha dicho que las uniones igualitarias son zonceras, mientras que José Antonio Meade, candidato por la coalición “Todos por México” primero dijo que “respetaría la ley”, para luego responder con un “no tanto así”, cuando le pidieron que se tomara una fotografía con la bandera arcoíris. Sin embargo, el candidato semanas después se reunió con el Frente Nacional por la Familia, asociación ultra conservadora que se ha opuesto rotundamente a temas de la diversidad sexual, para “ahí sí” tomarse la foto del recuerdo con una sonrisa de oreja a oreja.
Finalmente, Andrés Manuel López Obrador de la coalición “Juntos haremos historia”, ha tenido una postura de claro oscuros, pues mientras por un lado afirma que estos derechos deben someterse a consulta pública, por otro sale en un spot de campaña donde asegura que respetará la diversidad sexual, convirtiéndose en el único aspirante que menciona las dos palabras que engloban a la población LGBTTTI.
¿Qué le queda entonces a la diversidad sexual, bajo este panorama? La respuesta es simple, pero compleja de llevar a cabo. Es necesario seguir visibilizando las desigualdades por las que atravesamos las personas LGBTTTI y hacer ver que estos problemas sociales son responsabilidad de todas y todos, no de un grupo o colectivo independiente. Sigamos presionando para conseguir un proceso democrático que vele por las necesidades de todas las personas. Nuestros votos serán contados igual que de quienes son heterosexuales y por ello, exigimos los mismos derechos. Luchemos para que la historia no nos olvide. Para que nuestro presente y futuro no sea una moneda en el aire.
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