De “jota y naca” es cómo calificó Nicolás Alvarado, ex director de TV UNAM, a una prenda que Juan Gabriel utilizaría en su emblemático concierto en el palacio de Bellas Artes, allá por los años 90´s.
Esta desatinada expresión es lo que llevaría al antiguo entrevistador de cultura de Televisa, a presentar su renuncia ante el rector de la máxima casa de estudios en el país, Enrique Graue, quien apenas lo había contratado para el puesto en enero de este año.
Las expresiones de Alvarado hacen tangibles dos puntos importantes. Uno, reafirmamos que la cultura no deviene de la literatura y filmografía que revises o si escuchas música francesa. Tampoco se origina en el puesto que ostentes. Los valores civiles como la tolerancia y respeto, esos si son los ingredientes necesarios para destacar en cuanto a inteligencia y sabiduría podemos conocer. Sin embargo, resulta preocupante las muestras descalificantes por parte de Alvarado.
Como lo hemos comentado en oportunidades anteriores, la misoginia y el machismo pareciera que son propios del imaginario colectivo mexicano, reproducidos sin importar sexo, raza o condición social.
Este caso es la prueba; por más “cultura” o posición que se tenga, la diversidad y el respeto no siempre son las banderas de la vida. El clasismo, el racismo, la discriminación, la homofobia y todos los antivalores que pudiéramos encontrar, los que joden tanto a la sociedad nacional y no permiten el crecimiento justo de sus ciudadanos, se encontraron en las expresiones Nicolás Alvarado, al menospreciar a las lentejuelas de Juan Gabriel por “jotas y nacas”.
El “Divo de Juárez”, quien falleciera de manera repentina por un paro cardiaco el pasado domingo, en California, ha dejado una gran huella en la cultura popular mexicana. Miles de personas le han llorado su partida.
A pesar del clásico “lo que se ve no se pregunta”, la gente aprendió a respetar y a disfrutar al querido Juanga, sin importar los movimientos amanerados, su voz aguda, su expresión poco masculina o los escándalos que lo envolvían sentimentalmente con hombres más jóvenes que él.
Ahora que se le ha tachado de “jota y naca”, el público, lleno de ira, salió a defender al “Divo”. Una contradicción dentro de esta sociedad que convoca a marchas en contra de los matrimonios igualitarios y, como si fuesen años inquisitorios, siguen condenando a la hoguera a las personas de la diversidad sexual. Así de ínfimos son estos comentarios, como los del propio Alvarado, sin fundamento, sin crítica y con mucha visceralidad.
El compositor, Juanga, nunca habló abiertamente sobre su sexualidad y eso a nadie le interesó. Triunfó y dejo un legado que pocos podrán comparar durante muchos años. Le cantó al amor y nunca dejó de luchar por su sueño a pesar de las burlas y las críticas clasistas y discriminatorias.
Juan Gabriel y Alvarado son ejemplos que nos enseñan que hay mucho por conseguir en esta sociedad llena de prejuicios, donde a diario se deben enfrentar al mundo miles de personas de la comunidad LGBTTTI, para conseguir sus metas y alcanzar sus proyectos de vida.
¿Si a Juan Gabriel se le respetó su vida personal, sus expresiones amaneradas o si se le lloró por su muerte, por qué a otros gays, lesbianas, bisexuales o trans no les sucede lo mismo? Estar de acuerdo o no con la orientación sexual de alguien puede ser válido, pero no confundamos libertad de expresión con incitación al odio o menosprecio de los demás, sólo porque no coincidimos con sus ideas. La libertad de expresión abraza el respeto y la pluralidad. El odio, excluye, menosprecia y violenta. Ya lo reza canción: “pero qué necesidad, para qué tanto problema”.
Hasta pronto, eterno amor del “Noa, noa”.
Fuera del Clóset
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