El excura gay que reventó la hipocresía del celibato: «Mejor renunciar que llevar una doble vida»

El excura gay que reventó la hipocresía del celibato: «Mejor renunciar que llevar una doble vida»

El excura Lepore dejó la Iglesia por su homosexualidad, y después fue una de las fuentes del explosivo libro ‘Sodoma’, sobre la doble vida de curas que no cumplen el celibato

Francesco Lepore no duró mucho como sacerdote, y cuando salió no hizo estallar ninguna bomba de relojería, ningún escándalo de proporciones planetarias. Por su homosexualidad le hicieron saber que tenía que abandonar el prestigioso cargo en el Vaticano. Lepore —un intelectual de voz afable, y modales discretos y sencillos— no solo abandonó su cargo, sino que también aprovechó la ocasión para dejar el sacerdocio. Era 2006, y no hubo anuncios públicos o entrevistas. Eso ocurrió después, en 2019, cuando este exsacerdote (Benevento, 1976), que hoy ha rehecho su vida, se reveló al mundo como una de las fuentes de ‘Sodoma’, el libro-denuncia y bestseller del periodista y sociólogo francés Frédéric Martel, una investigación sobre la cuestión de la homosexualidad y el celibato en la Iglesia católica que ahonda en la «insondable esquizofrenia» resultante de la doble vida de algunos sacerdotes y la homofobia más radical.

Desde entonces la orientación sexual de Lepore es pública, su voz es una de las más escuchadas en el mundo que defiende los derechos de los gays en Italia, lo que no ha impedido que por ejemplo, en noviembre del año pasado Andrea Tornielli, el influyente director editorial del Vaticano, lo llamara para felicitarle por sus conocimientos de latín y preguntarle si le interesaba contribuir en un proyecto de comunicación en este idioma minoritario. La propuesta nunca llegó a concretarse, pero Lepore dice que no se queja porque ya tiene mucho trabajo con su columna en latín —que publica en un conocido medio independiente de Italia, Linkiesta—, y su trabajo como editor de la página GayNews.it, donde no se ahorra ninguna de sus opiniones. Además acaba de publicar un libro, ‘Il delitto de Giarre’ (el delito de Giarre), sobre el crimen de una pareja gay siciliana.

PREGUNTA. El obispo de Solsona ha hecho mucho ruido en España pues renunció a su cargo por amor y, además, por una relación con una escritora de libros eróticos. Al parecer, pocos se lo esperaban. ¿Pero, a usted, le sorprendió el caso?

RESPUESTA. No, el ahora exobispo era uno de los representantes de la llamada corriente conservadora del obispado español, y esta es una característica [que se repite] desde siempre, la historia nos lo recuerda, hay prelados muy rigurosos en la defensa de doctrina pero que luego, en lo personal, tienen estilos de vida que no se corresponden con las ideas que profesan. No hay que no olvidar que el exobispo mantenía posiciones muy rígidas sobre la sexualidad, no solo en la condena de la homosexualidad, si no que también se apegaba a las enseñanzas más tradicionales en campo de moral, con posiciones alineadas con las interpretaciones de [difunto papa Juan Pablo II, Karol] Wojtyla y [el hoy papa Benedicto XVI, Joseph] Ratzinger.

«Hay prelados muy rigurosos en la defensa de doctrina pero que luego, en lo personal, tienen estilos de vida que no se corresponden»

P. Dice usted que los más conservadores son los que menos propensión tienen en respetar las posiciones más intransigentes. ¿Esto siempre fue así?

Los ejemplos son numerosos, precisamente porque también ocurría en el pasado. Pienso en una figura famosa, la del cardenal de York, Enrico Benedetto Stuart, quien murió en los primeros años del siglo XIX. Lo significativo de su caso es que fue arcipreste de la Basílica de San Pedro por más de 60 años y, pese a ello, tenía varios amantes hombres. La verdad es que el propio Francisco ha criticado en más de una ocasión a estos personajes muy rigurosos en las enseñanzas. Hay una homilía famosa, hecha en Santa Marta en 2016, en la que el Papa dijo “detrás de la rigidez hay siempre algo escondido; una doble vida”.

P. En otras palabras: no es algo nuevo.

R. Exacto. Podría citar muchísimos otros casos: por ejemplo, los [fallecidos papas] Julio II, o Gregorio XVI, pontífices con posiciones doctrinarias muy rigurosas y a la vez una vida sexual muy desenvuelta. Ahora, pensando también en mi experiencia, puedo afirmar que este rigor es a menudo una forma de esconder una vida privada poco conforme al Evangelio.

P. ¿Nada ha cambiado con la modernidad?

R. La historia de la Iglesia católica de estos últimos 50 años está repleta de sacerdotes que han incumplido la promesa del celibato. Además no hay que olvidar que la reforma del celibato sacerdotal fue frenada por el mismo Pablo VI [el Papa que, junto con Juan XXIII, presidió el Vaticano II], con la [encíclica de 1957, en la que se defiende el celibato] Sacerdotalis Caelibatus, y que, posteriormente, con la llegada de Juan Pablo II y Benedicto XVI ha habido un clima aún más férreo sobre el celibato que, recordemos, es una ley eclesiástica antiquísima de la Iglesia de rito latino. A los sacerdotes, además, cada vez más les es difícil cumplir con esta obligación.

P. ¿Pero, por qué?

R. Bueno, por el gran movimiento de liberación sexual de los años sesenta [del siglo pasado]. El clero se encuentra hoy congelado en posturas anacrónicas. Dicho esto, creo que la decisión de abandonar del exobispo de Solsona también debe ser valorada positivamente. Hubiera sido un peor ejemplo seguir viviendo en una doble vida.

P. Usted fue sacerdote de 2000 a 2006, cuando lo dejó. Luego, en 2014, el Papa firmó su dispensa para la reducción al estado laical…

Lo de la dispensa al principio no me interesaba porque soy homosexual y sé que no me podré casar en la iglesia. Por eso, me parecía un trámite inútil. Sin embargo, después de una carta que envié al Papa en 2013, a la que me respondió con una llamada, y de que mi superior, Raffaele Farina, me expresase esa voluntad del Papa de que pidiese la dispensa, lo hice.

«Entré en el semanario con 10 años consciente de mi homosexualidad; dado que no lo aceptaba, el sacerdocio me parecía un camino de expiación»

P. ¿Cómo llegó a la decisión de dejarlo todo?

R. La razón es muy sencilla. Entré en el seminario a la edad de los 10 años consciente de mi homosexualidad; dado que no lo aceptaba, el sacerdocio me parecía un camino de expiación.

P. ¿De verdad fue así? ¿De esta manera se metió en la carrera eclesiástica?

R. No usaría la palabra ‘carrera’, pero sí, entré por esto. También es cierto que creía tener una profunda espiritualidad religiosa y me gustaba la idea de servir al Señor. Pero, aun así, la no aceptación de mi homosexualidad fue el principal motivo. Dicho esto, cuando llegué al sacerdocio en el año 2000, y luego mi obispo me envío a Roma en septiembre de ese año para completar mis estudios en Teología en la Universidad Pontificia Santa Croce, un centro del Opus Dei, ahí entré en contacto con el mundo eclesiástico romano. Y este es un mundo, no hace falta decirlo ya, en el que hay una grandísima cantidad de sacerdotes que tienen una vida homosexual muy libre.

P. Alguna vez dijo que el 80% son gays.

Sí, di un porcentaje muy alto. La realidad es que en Roma salió a la luz lo que yo había intentado ocultar por muchísimos años, tuve mis primeras historias de amor y, junto a esto, unas crisis enormes. Así en 2002 por primera vez pensé en dejar el sacerdocio. Luego me llamaron para trabajar en el Vaticano como latinista, y en el 2005 me asignaron a la Biblioteca Apostólica Vaticana como secretario del cardenal [francés Jean-Louis, hoy fallecido] Tauran. Pero vivía muy mal mi situación, sentía que desobedecía y, a la vez, no aceptaba el magisterio de la Iglesia sobre la sexualidad. Tenía ganar de dejarlo todo pero también mucho miedo de comunicarlo a mis superiores, y sabía que mis teléfonos y ordenadores estaban siendo controlados.

«Poco después de que decidiera no ocultarme más y empezara a abrir páginas web sobre temas homosexuales, me pedían volver a mi diócesis»

P. ¿Lo interceptaban porque tenía sospechas sobre usted?

R. No, esto lo hacen con todos los que trabajan en el Vaticano, lo hace la Gendarmería. Por eso poco después de que decidiera no ocultarme más y empezara a abrir páginas web sobre temas homosexuales y LGBT, e incluso mirar imágenes de desnudos masculinos, me llegó la noticia de que me pedían volver a mi diócesis. Me la comunicó el cardenal Tauran y sin que me sometieran a proceso canónico alguno. Fue entonces que decidí que lo dejaba.

P. ¿Qué pasó después?

R. Me tocó decírselo a mis padres y durante cuatro años tuvimos una muy mala relación. Terminé mi licenciatura en Letras Antiguas y dos años después empecé a participar en actos públicos como los desfiles del Orgullo. Luego se lo conté todo a Martel y él escribió Sodoma.

P. Tardó en contar su historia. Otros, en cambio…

R. Como el [exalto funcionario del Vaticano y exsacerdote] Krzysztof Charamsa que en 2015 comunicó su homosexualidad y que se iba del Vaticano en una mediática rueda de prensa en Roma].

P. Eso le iba a decir.

R. Le digo la verdad, yo conozco a Krzysztof, pero he criticado la forma que eligió para comunicar su decisión, sobre todo esa gran conferencia de prensa en el hotel de Russie. Creo que cuando se hacen ciertas cosas, es mejor reflexionar, pues no es un paso fácil. Está claro que si yo volviese atrás en el tiempo volvería a hacer lo que hice en 2006, pero eso no quita que fuera una desintegración de la identidad que me había construido hasta ese momento. […] No sé, mi temor es que a veces prevalezca más el querer tener visibilidad que una real voluntad de denunciar.

«Me escriben muchísimos seminaristas y sacerdotes. Intento responder a todos los mensajes, por educación»

P. ¿Qué impacto tuvo para usted contar su historia?

R. Ahora me escriben muchísimos seminaristas y sacerdotes. Intento responder a todos los mensajes, por educación. Tengo una forma muy tranquila de contar lo que pasó, y creo que eso es lo que genera un mejor impacto.

P. ¿Quiénes son las personas que le contactan?

R. Seminaristas, sacerdotes, y religiosos homosexuales que me expresan su apoyo, y explican las dificultades que tienen ellos para dejarlo.

P. ¿Qué dicen?

R. La mayoría tienen más de 50 años, y yo entiendo qué significa eso.

P. ¿Es decir?

R. Cuando me fui tenía unos 30 años y de repente me quedé sin nada, sin trabajo, sin dinero, y con una mala relación con mi familia. Pero me ayudó el hecho de ser joven.

P. Se ha reinventado.

R. Eso es cierto hoy, 15 años después de que tomara aquella decisión, pero durante muchísimos años tuve grandes dificultades de tipo económico, y no fue fácil integrarme en el mundo laboral. También es cierto que hay obispos que ayudan a los sacerdotes que deciden salir, pero otros no.

P. ¿De qué depende?

R. Los sacerdotes heterosexuales que se van lo tienen más fácil. A veces los reemplean en las diócesis. En el caso de los exsacerdotes homosexuales, el problema es que muchas veces los obispos temen las reacciones de los fieles, los ataques y las críticas. En mi caso, con el obispo de Benevento, de donde venía, me topé con un muro, una gran maldad.

«Los sacerdotes heterosexuales que se van lo tienen más fácil»

P. Ha hablado del Opus Dei, uno de los grandes grupos conservadores de la Iglesia. ¿Cuál es su experiencia con ellos?

R. Tengo un excelente recuerdo de muchos profesores de la [Universidad] Santa Croce [de Roma], pero tengo un recuerdo horrible del director espiritual que trabajaba en la Universidad, un sacerdote del Opus Dei, quien violó el secreto de la confesión y contó cosas que yo le había dicho durante una confesión en la que había hablado de mi homosexualidad.

P. ¿Le denunció?

R. No, no podía, porque lo excomulgaban ‘ipso facto’, pero se lo contó a otros sacerdotes y a algunos representantes de la curia romana.

P. Ha relatado que en varias ocasiones tuvo relaciones sexuales con otros sacerdotes y obispos. ¿Alguno era del Opus Dei?

R. No.

P. ¿Pertenecían a otras corrientes conservadoras?

R. Sí, esto absolutamente sí. Muchos de estos que he conocido frecuentaban locales de cruising, o incluso contrataban a prostitutos masculinos.

«Optaría por introducir el celibato opcional, teniendo en consideración que ya es así en las Iglesias de rito griego»

P. Después de todo lo que has visto y vivido, ¿qué solución piensa se debería adoptar? Desde hace ya décadas, algunos sectores progresistas dicen que poner fin al celibato sería un gran paso hacia adelante.

R. Personalmente adoptaría una posición intermedia. Optaría por introducir el celibato opcional, teniendo en consideración que ya es así en las Iglesias de rito griego. No hay duda de que el celibato tiene sus aspectos positivos, como la dedicación total del sacerdote a la comunidad, pero creo que debería ser una elección libre y voluntaria. También creo que tarde o temprano la Iglesia tendrá que afrontar este tema. Hoy todos sabemos de todo con mucha más facilidad, y es más difícil esconder ciertas hipocresías. Por último, creo que la Iglesia debería abandonar esa postura tan negativa que tiene sobre la sexualidad. Si esto no ocurre creo que habrá mucho más casos de dobles vidas en el clero.

P. ¿El papa Francisco quisiera llevar adelante reformas más revolucionarias, y no lo logra?

R. Creo que el problema es que hablamos de una ley eclesiástica muy antigua, sobre la cual también el Concilio Vaticano II con la reforma no dio ningún paso hacia adelante, por lo que, sí, creo que Francisco tiene dificultades, considerando también aquello de los cismas.

P. ¿Francisco teme un cisma por este tema?

R. Creo que esto lo sabemos todos.

Fuente: El Confidencial

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