¿Le creemos al Frente Nacional por la Familia? ¿Cerramos los ojos y dejamos que la “buena voluntad” de sus actos, guíen los pasos de México? ¿Aceptamos que su discurso contra el matrimonio igualitario es parte de la libertad de expresión? ¿Sus marchas a favor de la “familia natural” defienden la unión o propician el encono?
¡Cuántas dudas tenemos en torno a ese aglomerado ramplón! Pero cómo no cuestionar las acciones de un grupo que en cada uno de sus actos, declaraciones y manifestaciones busca cercenar libertades, coartar derechos, imponer pensamientos y denigrar a cualquier persona que no comulgue con la norma heterosexual.
¿Cómo creemos en sus argumentos medievales que condenan la homosexualidad como trastorno aún cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) la eliminó en 1990 de su catálogo de enfermedades mentales? ¿De qué forma admitimos la versión de la Iglesia católica de no estar detrás de las movilizaciones “pro familia” a pesar que en sus templos colgaron mantas y carteles que convocaban a la población a asistir? ¿De dónde obtiene dinero para pagar los espectaculares a lo largo y ancho del país y por qué no lo invierte en rescatar a niños de la pobreza? Bueno, eso sólo lo decimos porque siempre están machacando con la idea de defender a los menores.
Hay que ser muy iluso para pensar que sus razones contra gays, lesbianas, bisexuales y trans son motivadas por la misericordia, el amor o el respeto. Hay que ser muy inocente para suponer que el Frente Nacional por la Familia es movido por la mano del Espíritu Santo y no por intereses de hombres terrenales. Hay que ser muy ciego para no darse cuenta que tras los mochos, hay moches partidistas, empresariales y eclesiásticos.
Y si no nos cree, sólo hay que rascarle tantito. El vocero del naturalísimo frente es Rodrigo Iván Cortés Jiménez. ¿Qué quién es? Déjenos platicarle que fue diputado federal de representación proporcional de 2003 a 2006, regidor de Naucalpan entre 2002 y 2003, miembro activo del Partido Acción Nacional (PAN) desde 1990 y secretario de Relaciones Internacionales de dicho partido de 2009 a 2014, bajo el cobijo de los honorables Germán Martínez Cázares, César Nava Vázquez y Gustavo Madero Muñoz. El pasado 30 de agosto fue recibido por el mismo Papa Francisco en el Vaticano, a quien le presumió la creación de la organización que “defiende el Reino de Dios”.
Otro de su estirpe, es Jorge Carlos Estrada Avilés, presidente del Consejo Nacional de Laicos (que de laicos no tienen nada). Candidato a una curul en el Congreso de la Unión en 2009, excoordinador del equipo jurídico de la Arquidiócesis de Yucatán y esposo de la secretaria blanquiazul de Mérida, María Fritz Sierra, a quien se le acusa de nepotismo.
Si le seguimos a lista del PAN, otra impulsora de las marchas y portadoras de la vela perpetua, es la actual diputada federal, María Guadalupe Cecilia Romero Castillo, activista internacional antiabortista y fundadora de la Asociación Nacional Cívica Femenina (Ancifem). Es militante azul desde 1981. En 2006 renunció a la titularidad del Instituto Nacional de Migración (INM) derivado de la muerte de 72 migrantes en San Fernando Tamaulipas.
Y los nombres pueden seguir, incluyendo a los 11 obispos que participaron las protestas en contra del matrimonio igualitario el pasado 11 de septiembre, como el de Toluca, Francisco Javier Chavolla Ramos; el de Veracruz, Luis Felipe Gallardo o el de Morelos, Ramón Castro, así como el cardenal Norberto Rivera, que jura y perjura que “no está detrás de las marchas”, pero usa con desparpajo el semanario “Desde la Fe” como difusor de odio.
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